Las peñas, las casas de cante están casi al completo pero pocos son los que salen a la luz, pocos los que destacan, pocos los que logran editar su propio disco y pocos los que brillan. Y, de entre los pocos, los que salen lo hacen alejados del flamenco buscando lo comercial, lo que pegue en la radio y después si triunfan... ya volverán al flamenco.
Y es que últimamente el flamenco parece ser de todo menos eso: flamenco. Ya era hora de que saliera a escena una joven figura sin necesidad de recurrir al falso arte para triunfar, al fin se ha conseguido empezar desde abajo con la pureza, de una vez por todas Argentina rompió las barreras saltó alto y fuerte para colocarse entre los esenciales del flamenco. Esta aprendiz de maestro cada día más demuestra su destreza en el cante, su altanería, el poderío de su voz, su profundo conocimiento de los palos...
Nos regala su cante valiente, desprovisto de engaños, certero y puro como el crujir de una hoja seca en otoño.
Joven, de Huelva, la tierra del cante bravío, fiel heredera de los sones fandangueros de la sierra de Alonso, de los “quejíos” del gran Toronjo, pasea por España y medio mundo su arte. Cuenta con una presencia deslumbrante en los escenarios, enamora al primer suspiro, atrapa al público, experto o no, trasmite su verdad, su sentir... hace que todo el que la escuche navegue por el más paradisíaco de los mares, en definitiva: logra que cuando cante se paren las manijas del reloj para hacer eterno ese momento.




